LA CAPERUCITA NAVIDEÑA
Había una vez, en el lugar más norteño de este planeta, un famoso taller que pertenecía a Papa Noel. Era un taller de gran tamaño. Allí se hacían miles de regalitos para los niños cada navidad. Hoy era el 14 de diciembre y los niños ya habían mandado sus largas listas de regalo. Estas listas eran más largas cada año. Lo cual significaba que una multitud de duendecitos corrían por todos los lados en el taller. No había tiempo para descansar. Solo faltaba un mes para la navidad y todavía tenían mucho que hacer. Aunque los duendecitos trabajaban de día y de noche, todos los días de la semana, nunca se quejaban. Al contrario, este mes de preparaciones era el mes más apreciado por los duendecitos.
Salina, una duende muy joven era probablemente el duende más feliz de todos. Ella acababa de cumplir sus seis años, la edad que exigían para poder comenzar a trabajar. Papa Noel siempre decía que todos los trabajos en el taller eran igual de importantes, pero Salina estaba segura de que su propio trabajo era el más exclusivo. Su trabajo era el de llevar la lista de los niños necios a la secretaria ejecutiva del Papa Noel. Estos niños iban a recibir regalos este año por su mal comportamiento. La secretaria ejecutiva vivía en el otro lado del valle. Al mismo lado donde vivía la Liebre de Pascua con todos sus adeptos. La liebre y Papa Noel habían tenido un argumento muy grande sobre cuál era la fecha más importante del año. Por eso eran grandes enemigos y trataban siempre de mantener su distancia.
Papa Noel le advirtió seriamente a Salina que cuando pasara por el “área pascual” no hablara con nadie. Salina le aseguro que solo iba a mirar el camino sin distraerse ni hablar con nadie.
Una mañana soleada y muy fresca, Salina se fue caminando hasta el otro lado del valle a donde iba llevar la lista. Ella nunca había salido de la área navideña. Todo le parecía fantástico y muy, muy interesante. Su promesa a Papa Noel de solo mirar el camino, se hacía más y más difícil de cumplir.
Cuando Salina había caminado unas horas paso algo muy sorprendente; Salina estaba caminando sola por el sendero en el bosque cuando de repente se le apareció un pequeño animal amarillo. Salina nunca había visto algo tan amarillo y tan bonito en toda su vida. El animal le contó que era un Pollito. Salina no reconocía esa palabra pero le pareció que sonaba muy graciosa. El pollito la invitó a su casa a comer. Salina dudo un rato, pero se decidió por aceptar la invitación del pollito. Estaba muy curiosa de ver cómo vivía esta hermosura de animal y además tenía mucha hambre.
La casa del pollito no era para nada como Salina se lo había esperado. Se parecía mucho al taller del Papa Noel, donde vivía ella, pero era mucho más grande y mucho, mucho más pintoresco. Por donde Salina miraba veía chocolates, colombinas y caramelos de todos los colores. Entre todos los dulces corrían miles de pollitos igual que su nuevo amigo. De repente Salina se dió cuenta de donde estaba. ¡Estaba en la casa de la Liebre Pascual!
Sin pensar, Salina se fue corriendo. No paro de correr hasta que llegó al bosque. El corazón le latía muy fuerte. Ella miro por todos los lados para ver si los pollitos la habían perseguido. Pero no vió nadie. Salina suspiró. Nunca había tenido tanto miedo en su vida. Cuando se había calmado un poco, dirigió su mano al bolsillo para controlar que llevaba la lista. ¡Con espanto notó que el bolsillo estaba completamente vacío! Alguien le había robado la lista, y ella sabía exactamente quién era el culpable de este terrible crimen...
Lo único que podía hacer era correr. Correr hacia la casa de la secretaria ejecutiva de Papa Noel. Tenía que llegar a tiempo, antes que llegara el pollito. Salina sentía que algo muy malo iba a suceder. El pollito, que la había engañado con ser su amigo, le había robado la lista. Una lista que podría destruir la navidad a todos los niños y a todos los duendecitos! Porque si alguien pone todos los nombres de todos los niños en esa lista, nadie recibirá sus regalos- y eso significaría una catástrofe.
El destino de la navidad estaba en las manos de Salina. Ella se sentía muy importante, pero a la vez, muy triste. Después de todo, era su culpa que la lista estaba perdida. Ella había decepcionado a Papa Noel.
Finalmente Salina llego a la casa de la secretaria ejecutiva. ¡Como había corrido! Las piernas le dolían y su pelo estaba empapado de sudor. Pero nada de eso importaba. El único pensamiento que le cabía en su cabecita era cómo lograr conseguir la lista.
Salina no lo podía creer. Al frente veía al pollito. La secretaria ejecutiva escondía su cara entre sus manos. Salina podía oír que estaba llorando. “Perdóname” dijo Salina con una voz ahogada. Salina y la secretaria se abrazaron. Salina había tenido razón. La lista había crecido tan larga que la punta terminaba en el otro lado del cuarto. Todos los niños, de todos los países estaban en esa lista. Salina y la secretaria lloraban a lágrimas vivas.
“Jo,jo,jo”, gruñó una voz detrás de ellas. Salina reconoció esa voz enseguida. Era una voz oscura, amable y segura. Era la voz de Papa Noel. Salina se tiro en los brazos de él. Entre las lágrimas le explicó toda historia. Sorprendentemente Papa Noel solo la miro con cariño y sonrió. “ Jojojo” dijo él. “ Es que piensas que soy un viejo anticuado, eh? Por supuesto que tengo una copia de esa lista. ¡La tengo justamente aquí, en mi iphone!” Papa Noel saco una tabla rosada y comenzó a tocar con sus dedos arrugados sobre la pantalla. Salina estaba totalmente confundida. Estaba tan sorprendida que al comenzar no capto qué había pasado. Lentamente comprendió qué estaba pasando y ella se llenó de felicidad. La navidad se había salvado, y ella había logrado realizar su primer trabajo - llevar la lista de los niños necios a la secretaria. El trabajo más exclusivo y más importante, del taller navideño.
Salina, una duende muy joven era probablemente el duende más feliz de todos. Ella acababa de cumplir sus seis años, la edad que exigían para poder comenzar a trabajar. Papa Noel siempre decía que todos los trabajos en el taller eran igual de importantes, pero Salina estaba segura de que su propio trabajo era el más exclusivo. Su trabajo era el de llevar la lista de los niños necios a la secretaria ejecutiva del Papa Noel. Estos niños iban a recibir regalos este año por su mal comportamiento. La secretaria ejecutiva vivía en el otro lado del valle. Al mismo lado donde vivía la Liebre de Pascua con todos sus adeptos. La liebre y Papa Noel habían tenido un argumento muy grande sobre cuál era la fecha más importante del año. Por eso eran grandes enemigos y trataban siempre de mantener su distancia.
Papa Noel le advirtió seriamente a Salina que cuando pasara por el “área pascual” no hablara con nadie. Salina le aseguro que solo iba a mirar el camino sin distraerse ni hablar con nadie.
Una mañana soleada y muy fresca, Salina se fue caminando hasta el otro lado del valle a donde iba llevar la lista. Ella nunca había salido de la área navideña. Todo le parecía fantástico y muy, muy interesante. Su promesa a Papa Noel de solo mirar el camino, se hacía más y más difícil de cumplir.
Cuando Salina había caminado unas horas paso algo muy sorprendente; Salina estaba caminando sola por el sendero en el bosque cuando de repente se le apareció un pequeño animal amarillo. Salina nunca había visto algo tan amarillo y tan bonito en toda su vida. El animal le contó que era un Pollito. Salina no reconocía esa palabra pero le pareció que sonaba muy graciosa. El pollito la invitó a su casa a comer. Salina dudo un rato, pero se decidió por aceptar la invitación del pollito. Estaba muy curiosa de ver cómo vivía esta hermosura de animal y además tenía mucha hambre.
La casa del pollito no era para nada como Salina se lo había esperado. Se parecía mucho al taller del Papa Noel, donde vivía ella, pero era mucho más grande y mucho, mucho más pintoresco. Por donde Salina miraba veía chocolates, colombinas y caramelos de todos los colores. Entre todos los dulces corrían miles de pollitos igual que su nuevo amigo. De repente Salina se dió cuenta de donde estaba. ¡Estaba en la casa de la Liebre Pascual!
Sin pensar, Salina se fue corriendo. No paro de correr hasta que llegó al bosque. El corazón le latía muy fuerte. Ella miro por todos los lados para ver si los pollitos la habían perseguido. Pero no vió nadie. Salina suspiró. Nunca había tenido tanto miedo en su vida. Cuando se había calmado un poco, dirigió su mano al bolsillo para controlar que llevaba la lista. ¡Con espanto notó que el bolsillo estaba completamente vacío! Alguien le había robado la lista, y ella sabía exactamente quién era el culpable de este terrible crimen...
Lo único que podía hacer era correr. Correr hacia la casa de la secretaria ejecutiva de Papa Noel. Tenía que llegar a tiempo, antes que llegara el pollito. Salina sentía que algo muy malo iba a suceder. El pollito, que la había engañado con ser su amigo, le había robado la lista. Una lista que podría destruir la navidad a todos los niños y a todos los duendecitos! Porque si alguien pone todos los nombres de todos los niños en esa lista, nadie recibirá sus regalos- y eso significaría una catástrofe.
El destino de la navidad estaba en las manos de Salina. Ella se sentía muy importante, pero a la vez, muy triste. Después de todo, era su culpa que la lista estaba perdida. Ella había decepcionado a Papa Noel.
Finalmente Salina llego a la casa de la secretaria ejecutiva. ¡Como había corrido! Las piernas le dolían y su pelo estaba empapado de sudor. Pero nada de eso importaba. El único pensamiento que le cabía en su cabecita era cómo lograr conseguir la lista.
Salina no lo podía creer. Al frente veía al pollito. La secretaria ejecutiva escondía su cara entre sus manos. Salina podía oír que estaba llorando. “Perdóname” dijo Salina con una voz ahogada. Salina y la secretaria se abrazaron. Salina había tenido razón. La lista había crecido tan larga que la punta terminaba en el otro lado del cuarto. Todos los niños, de todos los países estaban en esa lista. Salina y la secretaria lloraban a lágrimas vivas.
“Jo,jo,jo”, gruñó una voz detrás de ellas. Salina reconoció esa voz enseguida. Era una voz oscura, amable y segura. Era la voz de Papa Noel. Salina se tiro en los brazos de él. Entre las lágrimas le explicó toda historia. Sorprendentemente Papa Noel solo la miro con cariño y sonrió. “ Jojojo” dijo él. “ Es que piensas que soy un viejo anticuado, eh? Por supuesto que tengo una copia de esa lista. ¡La tengo justamente aquí, en mi iphone!” Papa Noel saco una tabla rosada y comenzó a tocar con sus dedos arrugados sobre la pantalla. Salina estaba totalmente confundida. Estaba tan sorprendida que al comenzar no capto qué había pasado. Lentamente comprendió qué estaba pasando y ella se llenó de felicidad. La navidad se había salvado, y ella había logrado realizar su primer trabajo - llevar la lista de los niños necios a la secretaria. El trabajo más exclusivo y más importante, del taller navideño.
DE: Isabella Isacson. Bergtorpsskolan